San Juan Bautista

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domingo, 30 de junio de 2013

Lo que Jesús ha dado a su Madre – Por Dom Columba Marmion

  Lo que Jesús ha dado a su Madre. La escogió entre todas las mujeres; la ha amado y obedecido; la ha asociado de una manera muy íntima a sus misterios, principalmente al de la Redención.

  Ese privilegio no es el único.- Toda una corona de gracias adorna a la Virgen, Madre de Cristo, aunque todas ellas se deriven de su maternidad divina. Jesús, en cuanto hombre, depende de María; mas como Verbo eterno, es anterior a ella. Veamos lo que ha dado hecho por aquella de quien había de tomar la naturaleza humana. Como es Dios, es decir, la Omnipotencia y Sabiduría infinitas, va a adornar a esa criatura con un aderezo inestimable y sin igual. Ante todas las cosas, escogióla con preferencia a las demás en unión del Padre y del Espíritu Santo.- Para indicar la eminencia de esa elección, la Iglesia aplica a María en sus festividades un paso de la Sagrada Escritura, que, en algún sentido, no puede referirse más que a la eterna Sabiduría: «El Señor me poseyó al principio de sus caminos, antes de que obrase alguna cosa; antes de que la tierra existiese. Ya estaba formada antes que hubiese abismos; antes que las montañas se asentasen; antes que las colinas, era yo ya nacida» (Prov 8, 23-25)... ¿Qué muestran estas palabras? La predestinación especial de María en el plan divino. El Padre Eterno no la separa de Cristo en sus divinos pensamientos: envuelve a la Virgen, que será Madre de Dios, en el mismo acto de amor por el cual pone sus complacencias en la humanidad de su Hijo. Esa predestinación es para María manantial de gracias sólo a ella concedidas.

  La Virgen María es inmaculada.- Todos los hijos de Adán nacen manchados con el pecado original, esclavos del demonio, enemigos de Dios. Tal es el decreto promulgado por Dios contra todos los descendientes de Adán pecador. Solamente María, entre todas las criaturas, se librará de esta ley. A esa ley universal, el Verbo eterno hará una excepción –una sola-, en favor de aquella en quien se ha de encarnar. Ni un solo momento el alma de María será esclava del demonio; brillará siempre con destellos de pureza; por eso, luego de la caída de nuestros primeros padres, Dios puso eterna enemistad entre el demonio y la Virgen escogida. Ella es quien bajo su planta aplastará la cabeza de la infernal serpiente (Gén 3,15). Con la Iglesia recordemos frecuentemente ese privilegio de María de ser inmaculada, que sólo Ella posee. Digámosle a menudo con cariñoso amor: «Eres toda hermosa, oh María, y no hay en ti mancha original»  [Antíf. de Vísp. de la Inmaculada Concepción].

  «Tu vestido es blanco como la nieve y tu rostro resplandeciente como el sol; por eso te deseó ardientemente el Rey de la gloria» (Ib.).

  No sólo nace Inmaculada María, sino que en ella abunda la gracia.- Cuando el Angel la saluda, la declara «llena de gracia», Gratia plena, pues el Señor, fuente de toda gracia, está con ella: Dominus tecum.- Luego, al concebir y dar a luz a Jesús, María guarda intacta su virginidad. Da a luz y permanece virgen; según canta la Iglesia: «a la gloria tan pura de la virginidad, María junta la alegría de ser madre fecunda» [Antíf. de Laudes de Navidad]. A esto hay que unir la gracia que representó para María su vida oculta con Jesús, las de su unión con su Hijo en los misterios de su vida pública y de su Pasión, y para colmar la medida, la de su Asunción al cielo. El cuerpo virginal de María, en el cual Cristo tomó su naturaleza humana, no verá la corrupción; en su cabeza será colocada una corona de inestimable valor y reinará como Soberana a la diestra de su Hijo, adornada con la vestidura de gloria formada por tantos privilegios (Sal 44,10).

  ¿Cuál es el origen de todas esas gracias insignes, de todos esos privilegios extraordinarios, que hacen de ella una criatura por encima de toda criatura? -La elección que desde la eternidad hizo Dios de María para ser Madre de su Hijo. Si ella es bendita entre todas las mujeres, si Dios ha trastornado en favor suyo tantas leyes por El mismo establecidas, es porque la destina a ser Madre de su Hijo. Si quitáis a María esa dignidad, todas esas prerrogativas no tienen ya sentido ni razón de ser; pues todos esos privilegios preparan o acompañan a María en cuanto es Madre de Dios.

  Pero lo que es incomprensible es el amor que determinó esa elección singularisima que el Verbo hizo de esa doncella Virgen para tomar en ella naturaleza humana. Cristo amó a su Madre.- Nunca Dios amó tanto a una simple criatura, nunca un hijo amó a su madre como Cristo Jesús a la suya. 

  Amó tanto a los hombres, nos dice El mismo, que dio su vida por ellos, y no pudo darles mayor prueba de amor (Jn 15,13). Pero no olvidéis esta verdad: Cristo murió, ante todo, por su Madre, para pagar su privilegio. Las gracias únicas que María recibió son el primer fruto de la Pasión de Cristo.

  La Santísima Virgen no gozaría de privilegio alguno sin los méritos de su Hijo; es la gloria más grande de Cristo, porque es la que más ha recibido de Él.

  La Iglesia nos enseña claramente esta doctrina cuando celebra la Inmaculada Concepción, la primera, en orden al tiempo, de las gracias que recibió María. Leed la «oración» de la festividad y veréis que a la Santísima Virgen le fue otorgado este privilegio, porque la muerte de Jesús, prevista en los decretos eternos, había pagado por anticipado ya su precio. «¡Oh Dios, que por la Inmaculada Concepción de la Virgen preparasteis una digna morada a vuestro Hijo: os suplicamos que así como por la muerte «prevista» de este vuestro Hijo, la preservasteis de toda mancha...». Podemos decir que María ha sido entre toda la Humanidad el primer objeto del amor de Cristo, aun de Cristo paciente por ella, en primer lugar, para que la gracia pudiese abundar en ella, en una medida excepcional derramó Jesús su preciosa sangre.

  Finalmente, Jesús obedeció a su Madre.- Todos habéis leído que todo lo que nos cuentan los
Evangelistas de la vida oculta de Cristo en Nazaret se reduce a esto: «crecía en edad y en sabiduría», y estaba «sujeto a María y a José» (Lc 2, 51-52). ¿No es esto incompatible con la divinidad? No, ciertamente. El Verbo se hizo carne, se humilló hasta tomar una naturaleza semejante a la nuestra, a excepción del pecado; vino, nos dice, «a servir y no a ser servido»; y a hacerse «obediente hasta la muerte» (Mt 20,28; Fil 2,8); por eso quiso obedecer a su Madre. En Nazaret obedeció a María y a José, las dos criaturas privilegiadas que Dios colocó junto a Él. María participa, en cierto modo, de la autoridad del Padre Eterno sobre la humanidad de su Hijo: Jesús podía decir de su Madre lo que decía de su Padre celestial: «Yo hago siempre lo que es de su agrado» (Jn 8,29).

  El Verbo no predestinó a María solamente para ser su Madre según la carne, no solamente le tributó el honor que esa dignidad lleva consigo, colmándola de gracias, sino que la asoció a sus misterios.

  En el Evangelio vemos que Jesús y María son inseparables en los misterios de Cristo. Los ángeles anuncian a los pastores que en la cueva de Belén hallarán al «Niño y a su Madre» (Lc 2, 8-16): María es quien presenta a Jesús en el Templo, presentación que es ya preludio del sacrificio del Calvario (ib. 23-39). Toda la vida de Nazaret, como acabo de decir, la pasa sujeto a María; a sus ruegos obra Jesús el primer milagro de su vida pública, en las bodas de Caná (Jn 2, 1-2); los Evangelistas afirman que siguió a Jesús en algunas de sus excursiones misionales.

  Pero notad bien que no se trata de una simple unión física, sino que María penetra con alma y corazón en los misterios de su Hijo. San Lucas nos refiere que la Madre de Jesús «conservaba en su corazón las palabras de su Hijo y las meditaba» (Lc 2,19). Las palabras de Jesús eran para ella fuente de contemplación. ¿No podríamos decir nosotros otro tanto de los misterios de Jesús?
Ciertamente, Cristo, al vivir esos misterios, iluminaba el alma de su Madre sobre cada uno de ellos. 

  Ella los comprendía y se asociaba a ellos. Cuanto Nuestro Señor hablaba o hacía era, para aquella a quien amaba entre todas las mujeres, un manantial de gracias. Jesús devolvía, por decirlo así, a su Madre en vida divina, de la que es fuente perenne, lo que de ella había recibido en vida humana. Por eso Cristo y la Virgen están indisolublemente unidos en todos los misterios; y por eso también María nos tiene a todos unidos en su corazón con su divino Hijo.

  Pues bien, la obra por excelencia de Jesús, el santo de los santos de sus misterios, es su sagrada
Pasión, por el cruento sacrificio de la cruz, Cristo acaba de dar la vida divina a los hombres, y mediante él les restituye su dignidad de hijos de Dios. Jesús quiso asociar a su Madre a este misterio con un carácter especialísimo, y María se unió tan plenamente a la voluntad de su Hijo Redentor, que comparte con El verdaderamente, si bien guardando su condición de simple criatura, la gloria de habernos dado a luz, en aquel momento, a la vida de la gracia.

  Vayamos al Calvario en el instante en que Cristo Jesús va a consumar la obra que su Padre le encomendara en el mundo.- Nuestro Señor ha llegado al final de su misión apostólica en la tierra; va a reconciliar con Dios a todo el género humano. ¿Quién está al pie de la cruz en aquel supremo instante? María, su Madre, con Juan, el discípulo amado, y otras cuantas mujeres (Jn 19,25). Allí está de pie; acaba de renovar la ofrenda de su Hijo que hizo mucho antes al  presentarle en el Templo, en este momento ofrece al Padre, para rescate del mundo,·«el fruto bendito de su vientre».

  Sólo quedan a Jesús cortos instantes de vida; luego, el sacrificio estará consumado, y devuelta a los hombres la gracia divina. Quiere darnos por madre a María y esto constituye una de las formas de esta gran verdad: que Cristo se unió en la Encarnación a todo el género humano; los escogidos forman el cuerpo místico de Cristo, del que no pueden ser separados. Cristo nos dará a su Madre para que sea también la nuestra en el orden espiritual; María no nos separará de Jesús, su Hijo, nuestra cabeza.

  Antes, pues, de expirar y «de acabar, como dice San Pablo, la conquista del pueblo de las almas, del cual quiere hacer su reino glorioso» (Ef 5, 25-27), Jesús ve al pie de la cruz a su Madre, sumida en la mayor angustia, y a su discípulo Juan, tan amado suyo, aquel mismo que oyó y nos refiere sus últimas palabras. Jesús dice a su Madre: «Mujer, he ahí a tu hijo»; y luego al discípulo: «He ahí a tu madre» (Jn 19, 25-27).- San Juan, en este caso, nos representa a todos; es a nosotros a quienes lega Jesús su Madre, cuando ya va a expirar. ¿No es Él acaso nuestro «hermano mayor»? ¿No estamos nosotros predestinados a asemejarnos a Él para que sea el primogénito de una muchedumbre de hermanos»? (Rm 8,29). Luego si Jesucristo se hizo nuestro hermano mayor al tomar de María una naturaleza como la nuestra que le hizo participar de nuestro linaje, ¿qué tiene de extraño que al morir nos diera por madre en el orden de la gracia a la que fue su Madre en el orden de la naturaleza humana?

  Y como esas palabras, siendo proferidas por el Verbo, son todopoderosas y de una eficacia divina, engendran en el corazón de Juan sentimientos de hijo digno de María, al igual que en el corazón de María despiertan una ternura especial para todos aquellos que la gracia hace hermanos de Jesucristo.- Y, ¿quién dudará un instante siquiera de que la Virgen respondió, como en Nazaret, con un Fiat callado, sí, esta vez, pero igualmente lleno de amor, de humildad y de obediencia, en el que toda su voluntad se fundía con la de Jesús, para realizar el supremo anhelo de su Hijo? Santa Gertrudis refiere que, oyendo un día cantar en el Oficio divino las palabras del Evangelio referentes a Cristo: «Primogénito de la Virgen María», decíase en sus adentros: «Paréceme que el título de Hijo único convendría harto mejor a Jesús que el de Primogénito»"; mientras se detenía a considerar esto apareciósele la Virgen María y dijo a la excelsa monja: «No, no es "Hijo único" sino "Primogénito", lo que mejor conviene; porque después de Jesús, mi dulcísimo Hijo, o más bien, en Él y por Él, os han engendrado a todos las entrañas de mi caridad y ahora sois mis hijos, hermanos de Jesús» (Insinuaciones de la divina piedad, l. IV, c. 3).


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sábado, 29 de junio de 2013

Creación y caída de los ángeles - Visiones de Ana Catalina Emmerick

  Primeramente he visto levantarse delante de mi vista un espacio inmenso lleno de luz dentro de ese espacio de luz, muy arriba, como un globo resplandeciente cual una sola, y en él sentí que estaba la unidad de la Trinidad. Yo la llamo, en mí misma, la Armonía la Concordancia. Y vi salir de allí virtud y poder, y de pronto aparecieron debajo del globo resplandeciente coros luminosos, anillos círculos trabados entre sí, de espíritus maravillosamente esplendorosos, fuertes, de admirable hermosura. Este Nuevo mundo de resplandores se levantó y quedó como un sol de luz debajo de aquel otro sol más levantado y primero.

  Al principio estos coros de espíritus se movían como impulsados por la fuerza del amor que provenía del sol más elevado. 

  De pronto he visto una parte de todos estos coros permanecer inmóviles, mirándose a sí mismos, contemplando su propia belleza. Concibieron contento propio; miraron toda la belleza en sí mismos; se contemplaron a sí mismos; estaban en sí mismos.

  Al principio estaban todos en más altas esferas, moviéndose como fuera de sí mismos. Ahora, en una parte de ellos, permanecía quieta, mirándose a sí misma. En el mismo momento he visto a toda esta parte de los espíritus luminosos precipitarse y oscurecerse, y a los demás coros de ángeles arremeter contra ellos y llenar sus claros. Los círculos  quedaron entonces más reducidos. No he visto, sin embargo que estos espíritus buenos salieron del circulo de cuadro general para perseguirlos. Aquellos (los rebeldes) que quedaron silenciosos, abismados en sí mismos, se precipitaron; y los que no se habían detenido en sí mismos llenaron los vacíos de los caídos. Todo esto sucedió en un breve momento.

  Cuando  estos espíritus cayeron he visto aparecer debajo un globo de tinieblas cual si fuese el lugar de su nueva morada y supe que habían caído allí en forma involuntaria e impaciente. El espacio que ahora encerraba, allí abajo, era mucho más pequeño del que habían tenido arriba, de modo que me pareció que estaban estrechados y angustiados, y no libres como antes.

  Desde que siendo niña hube visto esta caída, estaba yo temerosa día y noche de su acción maléfica y siempre pensé que debían ellos dañar mucho en la tierra. Están siempre en torno a ella, bien que ellos no tienen cuerpo. Ellos oscurecerían hasta la luz del sol, y los veríamos siempre como sombras vagando delante de la luz. Esto sería insoportable para nosotros.



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jueves, 27 de junio de 2013

Lo que María ha dado a Jesús – Por Dom Columba Marmion

  Lo que María ha dado a Jesús. Por su «fiat», la Virgen aceptó dar al Verbo una naturaleza humana; es la Madre de Cristo; en virtud de esto, entra esencialmente en el misterio vital del Cristianismo.


  ¿Qué ha dado María a Jesús? Le ha dado, permaneciendo ella Virgen, una naturaleza humana.- Es éste un privilegio único que María no comparte con nadie [Nec primam similem visa est, nec habere sequentem. Antíf. de Laudes de Navidad]. El Verbo podría haber venido al mundo tomando una naturaleza humana creada ex nihilo, sacada de la nada, y ya perfecta en su organismo, como fue formado Adán en el Paraíso terrenal. Por motivos que sólo conoce su sabiduría infinita, no lo hizo.

  Así, al unirse al género humano, quiso el Verbo recorrer, para santificarlas, todas las etapas del 
desarrollo humano; quiso nacer de una mujer.

  Pero lo que admira en este nacimiento es que el Verbo lo subordinó, por decirlo así, al consentimiento de esa mujer.

  Vayamos en espíritu a Nazaret, para contemplar ese espectáculo inefable. El ángel se aparece a la doncella virgen; después de saludarla, le comunica su embajada: «He aquí que concebirás en tu seno y parirás un hijo, y le darás por nombre Jesús; sera grande y será llamado Hijo del Altísimo y su reino no tendrá fin». María pregunta al ángel cómo ha de obrarse esto, siendo ella virgen (Lc 1,34).

  Gabriel le responde: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios». Luego, evocando como ejemplo a Isabel, que había concebido a pesar de su esterilidad pasada, porque así le plugo al Señor, el Angel añade: «Para Dios nada es imposible»; puede, cuando lo quiere, suspender las leyes de la naturaleza.

  Dios propone el misterio de la Encarnación, que no se realizará en la Virgen más que cuando ella haya dado su consentimiento. La realización del misterio queda en suspenso hasta la libre conformidad de María. En ese instante, según enseña Santo Tomás, María nos representa a todos en su persona; es como si Dios aguardase la respuesta del género humano, al cual quiere unirse [Per annuntiationem exspectabatur consensus virginis loco totius humanæ naturæ. III, q.30, a.1]. ¡Qué instante aquel tan solemne, ya que en aquel momento va a decidirse el misterio vital del Cristianismo! San Bernardo, en una de sus más hermosas homilías sobre la Anunciación (Hom. IV, super Missus est, c.8), nos presenta todo el género humano, que ha millares de años espera la salvación, a los coros angélicos y a Dios mismo, como en suspenso aguardando la aceptación de la joven Virgen.

  Y he aquí que María da su respuesta: llena de fe en la palabra del cielo, entregada enteramente a la voluntad divina que acaba de manifestársele, la Virgen responde con sumisión entera y absoluta: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Este Fiat es el consentimiento dado por María al plan divino de la Redención, cuya exposición acaba de oír; este Fiat es como el eco del Fiat de la creación; pero de él va a sacar Dios un mundo nuevo, un mundo infinitamente superior, un mundo de gracia, como respuesta a esa conformidad; pues en ese instante el Verbo divino, segunda persona de la Santisima Trinidad, se encarna en María: «Y el Verbo se hizo carne» (Jn 1,14).

  Verdad es, como acabamos de oírlo de la boca misma del ángel, que ningún concurso humano intervendrá, pues todo ha de ser santo en la concepción y el nacimiento de Cristo; pero cierto es también que de su sangre purísima concebirá María por obra del Espíritu Santo, y que el Dios-Hombre saldrá de sus purisimas entrañas. Cuando Jesús nace en Belén, ¿quién está allí reclinado en un pesebre? Es el Hijo de Dios, es el Verbo que, «permaneciendo Dios» [Quod erat permansit. Antífona del Oficio del 1º de enero], tomó en el seno de la Virgen una naturaleza humana. En ese niño hay dos naturalezas bien distintas, pero una sola persona, la persona divina; el término de ese nacimiento virginal es el Hombre-Dios; «El ser santo que nacera de ti será llamado Hijo de Dios» (Lc 1,35); ese HombreDios, ese Dios hecho hombre, es el hijo de María. Es lo que confesaba Isabel, llena del Espíritu Santo: «¿De dónde a mí tanto bien que venga la Madre de mi Señor a visitarme?» (ib. 43). María es la Madre de Cristo, pues al igual que las demás madres hacen con sus hijos, formó y nutrió de su sustancia purísima el cuerpo de Jesús. Cristo, dice San Pablo, fue «formado de la mujer». Es dogma de fe. Si por su nacimiento eterno «en el esplendor de la santidad» (Sal 109,3), Cristo es verdaderamente Hijo de Dios, por su nacimiento temporal es verdaderamente Hijo de María. El Hijo único de Dios es también Hijo único de la Virgen. Tal es la unión inefable que existe entre Jesús y María; ella es su Madre, El es su hijo. Esa unión es indisoluble; y como Jesús es al mismo tiempo el Hijo de Dios que vino a salvar al mundo, María, de hecho, está asociada íntimamente al misterio vital de todo el Cristianismo. Lo que constituye el fundamento de todas sus grandezas es el privilegio especial de su maternidad divina.

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miércoles, 26 de junio de 2013

PROFÉTICO ESCENARIO PENSADO POR CASTELLANI PARA LA APARICIÓN DEL ANTICRISTO

  Religión Idolátrica: He insistido en este libro sobre el “naturalismo religioso”, o “modernismo” como religión del Anticristo, por ser lo que yo he estudiado, lo que se SE VE; esto no quiere decir excluir o no conocer otros elementos del “ejército del Anticristo” como la magia y el satanismo no menos que la Masonería y la conspiración judaico-financiera, tan denunciada hoy.

  El carácter del Anticristo: El Anticristo se parecerá al Cristo. Por tanto aparecerá como “bueno”, y no nefario y criminal, como aparecía su predecesor Nerón a la Plebe de Roma.

  Hay que notar mucho esto, porque la imagen del Anticristo que la tradición nos ha transmitido es falsa. Empezaron a imaginar una especie de Nerón redivivo y cuadruplicado, y lo adornaron de toda clase de vicios…

  No sería reconocido como Salvador de los hombres ni adorado, si fuera una monstruosidad acumulativa de todos los degenerados Emperadores romanos de la casa de los Flavios…

    No hay mención en la Escritura de otro delito del Anticristo que éste de la blasfemia y el sacrilegio máximo (“la abominación de la desolación) y la iniquidad y tiranía contra los cristianos, que en su consecuencia; va a exigir honores y cultos divinos, para lo cual aparecerá como bueno e incluso, santo. Será un hipócrita…

  Tendrá las virtudes naturales y espectaculares de los Estoicos, junto con su’s tremendo orgullo…

  El dará la paz: una falsa paz. Dará el orden inicuo. Dará la solución del actual problema económico y la cuestión social; o sea, dará abundancia: una abundancia de hormiguero.

  Obtendrá el poder absoluto y universal por la fuerza de las armas ciertamente; pero una vez obtenido, mostrará fácil que ese poder era indispensable para resolver los tremendos problemas actuales.  Solovief en su notable “leyenda” ya mencionada, lo hace autor, antes de llegar al poder, de un libro titulado: “El medio de llegar a la paz universal y a la prosperidad económica”. Estaría mejor quizá después de su entronización. Solovief no nos descubre el contenido del libro. Pero es fácil de imaginarlo. Por ejemplo: “El estado actual del mundo es una paradoja: la carestía en medio de la abundancia, y la miseria en medio de las riquezas. ¿Qué es esto? Hay hambre, y hay superproducción de alimentos. Las máquinas pueden producir cien o mil veces más de lo que antaño el trabajo humano; y antaño no había la miseria de ahora.”…

  ¿Quién nos impide hoy que todos los hombres gocen de las ventajas de la Industria humana?

  Los eslabones de la industria son la Producción y el Consumo; y en medio de los dos,  como necesario puente, la Distribución. ¿Dónde está la falla? No cierto en el consumo, pues todos desean consumir incluso más de lo que necesitan: los antiguos “ascetas” se han acabado. Tampoco en la Producción, que es incluso excesiva; o lo sería si no fuera naturalmente reprimida. Falla la Distribución de los bienes de consumo. No hay plata para comprar lo que se querría (iliquidez); no hay trabajo para ganar plata (desempleo); no hay capitales para proporcionar más trabajo (crisis). El poco consumo engendra menor producción, la menor producción mayor desempleo, el desempleo conmociones sociales que hay que aliviar mezquinamente con “subsidios” (“dole”) a los desocupados, los cuales empobrecen a las naciones; y ese es un círculo infernal que no tiene ruptura, causado por los maravillosos instrumentos de producir más y mejores bienes de consumo, de que la natura y el genio del hombre ha dotado para nuestro bienestar!!!!!

  ¿Quién puede romper este círculo infernal y demente? Solamente un Poder Universal que suprima las funestas rivalidades económicas entre naciones – por ende las guerras que son su consecuencia – y por ende la lucha de clases; y todos los demás absurdos actuales que estna encadenados entre sí; como las estafas de la Gran Finanza, el usurero aparato bancario, los abusos de los grandes monopolios, el despilfarro inútil de la propaganda comercial; y el desorden de la actual “industrialización” mal planeada y disparatada; pues varias naciones producen los mismos productos y guerrean entre sí  para imponerlos, para “ganar mercados” – hasta llegar a las grandes guerras sanguinarias y devastadoras.

  Yo voy a remediar todo eso. Yo voy a hacer producir bienes de sobra para todos y que lleguen a todos. Yo voy a regular el dinero simplemente; y con ello la Distribución, la Producción y el Consumo; nacionalizando todos los Bancos e imponiendo la moneda internacional del “Hallesismo”, fija en valor y con respaldo seguro. Yo voy a repartir dividendos a los pobres y a los ricos; y no solamente a los que trabajan sino también a los que no trabajan, y PARA que no trabajen. La inmensa herencia que nos ha dejado el genio y el esfuerzo de todos los siglos es de todos nosotros y a todos los siglos es de todos nosotros y a todos ha de llegar…”
  Así dirá el Anticristo. Y lo hará.

  Tomará lo que tiene de bueno el Capitalismo, o sea, la inmensa productividad, y la encauzará con medidas férreas comunizándola.  Habrá abundancia para todos (menos para los cristianos, por supuesto) y solo se perderá una pequeña cosita: la libertad; la poca libertad que hoy nos queda, y la gran libertad verdadera que prometió (y dió) Cristo.

  Todos seremos gordos: seremos gordos presidiarios de un inmenso “Praesidium”. Infrahombres.

  El Capitalismo y el Comunismo, tan diversos como parecen, coinciden en su fondo; digamos, en su núcleo “místico”: ambos buscan el Paraíso Terrenal por medio de la Técnica; y su “mística” es un mesianismo tencólatra y antropólatra- cuya difusión vemos hoydía por todos lados, y cuya dirección se encarnará en Un Hombre...

  (EL Anticristo) …aparecerá como Salvador del mundo, más grande que Cristo, pues Cristo no resolvió la cuestión social dirá él; aparentemente con razón.

  Aparecerá como santo.  Verdad es que perseguirá a muerte a los cristianos, pero los cristianos serán una minoría, y aparecerán como delincuentes a los ojos de todos – a los ojos de las masas embaucadas y cretinizadas. La llamada “opinión pública” estará en pro desa persecución pía y patriótica. Ella incluso aumentará el prestigio del Divino Emperador Plebeyo…

  En suma, el Anticristo consentirá a las tres tentaciones que puso el diablo a Cristo en el Monte. “Dí que estas piedras se conviertan en pan” y las cosas se convertirán en pan en sus manos; “Tírate del Templo abajo para adquirir renombre y publicidad”, y la Fiera adquirirá universal renombre; “todos estos reinos de la tierra son míos, y te los daré si me adorares”, y se los dará, cumplida la condición nefanda. Las Tentaciones del diablo rechazadas por Cristo han quedado suspendidas en el aire por todo el tiempo. Otros ya en el curso de la historia las han aceptado en parte: porque los tiempos no le permitían abrazarlas del todo, existiendo todavía el “Katejón”.

  Esto es lo que la Escritura y al Tradición nos revela acerca dese misterioso personaje, que es “la clave metafísica de la historia humana”, pues es el Hombre ensoberbecido y levantado contra su Creador; y será la encarnación de las fuerzas del Mal; y el Mal en su lucha contra el Bien es la metafísica de la historia del hombre.
  No digo como los Maniqueos que el Mal sea un “Dios”, ni que sea “una cosa” existente en sí. Son Voluntades desviadas de su Fin en su lucha contra la acción del a Gracia en el mundo. El mal no puede existir sino como parásito en un ser; pero en sí mismo no es ser; es un no-ser.

  No les tengan miedo. EL mal es una privación, y el bien es el Ser. No prevalecerá el pecado contra la justicia, ni la privación contra el ser, no el hombre contra DIOS.
  
El Apokalypsis de San Juan - P.Leonardo Castellani Ed.Paulinas 1963 Pags. 340 al 351 (Extractos)



lunes, 24 de junio de 2013

San Juan Bautista: Nuestro Patrono - Por Augusto TorchSon

  Juan el Bautista es el único santo cuya fiesta se celebra en el día de su nacimiento.
  
  Fue concebido a pesar de la esterilidad de su madre y la vejez de ambos padres.

  El Ángel Gabriel al anunciar a su incrédulo padre la llegada de su hijo, dijo: "No tengas miedo, Zacarías; pues vengo a decirte que tú verás al Mesías, y que tu mujer va a tener un hijo,  que será su precursor, a quien pondrás por nombre Juan. No beberá vino ni cosa que pueda embriagar y ya desde el vientre de su madre será lleno del Espíritu Santo, y convertirá a muchos para Dios".

  San Juan Bautista no nació en  pecado como el resto de los hombres ya que fue purificado en el seno materno ante la presencia de Jesús en el vientre de la Santísima Virgen María.

  En el "Cántico de Zacarías" al referirse a la misión de su hijo, éste decía: "‘y tú niño serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor preparando sus caminos, para hacer conocer a su Pueblo la salvación mediante el perdón de los pecados".

  Y en la preparación de los caminos de Nuestro Señor, Juan predicaba el bautismo de penitencia, y esa predica no era dulce y suave a los oídos, sino más bien recia e imperativa: "convertíos", de ninguna manera buscando agradar, sino queriendo hacer tomar conciencia del pecado.

  Hoy asistimos a la pérdida casi absoluta del sentido del pecado. El querer ser como dioses que hizo caer a Adán y Eva, nos lleva también a nosotros a determinar el bien y el mal. La prédica del pecado y del Infierno, son temas mayoritariamente tabúes en la Iglesia cuando deberían ser no solo una obligación, sino un deber de caridad, advertir a nuestros hermanos para que no se pierdan eternamente. Sin embargo hoy desde las más altas jerarquías se promueve la tolerancia, no ya hacia quien yerra, sino al error mismo; se promueve el "respeto humano" hacia las diferentes y falsas religiones, en donde debemos dejar de lado la propuesta evangélica de llevar la Buena Nueva al mundo entero, para no molestar a los no católicos o como se dice actualmente: "no querer imponer nuestras ideas", como si la verdad fuera una cuestión ideológica.

  Por eso al elegir el nombre de Nacionalismo Católico San Juan Bautista, lo hicimos con el propósito de pedir la protección de este gran santo de quién dijo Jesús: "No ha surgido entre los nacidos de mujer nadie mayor que Juan el Bautista". Asimismo le pedimos asistencia para estar dispuestos a seguir su ejemplo aún cuando eso implique ser perseguidos por la ira y la venganza de los adúlteros de la libertad y la justicia, y podamos ser fuertes y no desistir ante ninguna amenaza del cumplimiento de nuestros cristianos deberes.
  
  San Juan predicaba la necesidad de conversión para la venida del Señor, y hoy tenemos que hacer lo mismo pero esta vez para su regreso cada vez más cercano.

  En tiempos en donde el sostenimiento de la verdad va a implicar el martirio como lo fue para el Bautista con su decapitación, queremos prepararnos sabiendo que a pesar de que para el catolicismo liberal imperante esta predica pueda sonar pesimista, nosotros sabemos que Dios saca provecho aún del mal.

  Rogamos a San Juan interceda por nosotros ante Dios para poder imitar su ejemplo, sin buscar protagonismos como cuando dio un paso al costado diciendo: "conviene que él crezca y que yo mengüe"; y en la convicción que la victoria no nos corresponde, solamente la lucha; podamos dar el buen combate, predicando el Evangelio a tiempo y destiempo y quiera Nuestro Señor que como su Siervo y Santo Precursor, podamos también ser "una voz que clama en el desierto"

Augusto TorchSon




Nacionalismo Católico San Juan Bautista

Herejías - El Ataque Moderno - HILAIRE BELLOC

  La Fe no está ahora en la presencia de una herejía particular – como lo estuvo en el pasado ante la herejía arriana, la maniquea, la albigense o la mahometana – ni tampoco está en presencia de una especie de herejía generalizada como lo estuvo cuando tuvo que enfrentar a la revolución protestante hace trescientos o cuatrocientos años atrás. El enemigo al cual la Fe tiene que enfrentar ahora, y que podría ser llamado “El Ataque Moderno”, constituye un asalto integral a lo fundamental de la Fe – a la existencia misma de la Fe. Y el enemigo que ahora avanza sobre nosotros está cada vez más consciente de que no existe la posibilidad de ser neutrales. Las fuerzas que ahora se oponen a la Fe están diseñadas para destruir. De aquí en más la batalla se librará sobre una bien definida línea divisoria y lo que está en juego es la supervivencia o la destrucción de la Iglesia Católica. Y toda su filosofía; no una parte de ella.


  Sabemos, por supuesto, que la Iglesia Católica no puede ser destruida. Pero lo que no sabemos es la medida del área en la cual habrá de sobrevivir. No conocemos su poder para revivir ni el poder del enemigo para empujarla más y más hacia atrás hasta sus últimas defensas, hasta que parezca que el Anticristo ha llegado y estemos a punto de decidir la cuestión final. De tal envergadura es la lucha ante la cual se halla el mundo.

...examinemos al Ataque Moderno – al avance anticristiano – y distingamos su naturaleza especial. Para empezar, hallamos que es, al mismo tiempo, materialista y supersticioso.

  Hay aquí una contradicción racional pero la fase moderna, el avance anticristiano, ha abandonado a la razón. Está enfocada en la destrucción de la Iglesia Católica y la civilización creada por ella. No le preocupan las aparentes contradicciones en su propio organismo mientras la alianza general esté dirigida a terminar con todo aquello por lo cual hasta ahora hemos vivido. El ataque moderno es materialista porque, en su filosofía, considera solamente causas materiales. Es supersticioso sólo como una consecuencia secundaria de este estado mental. Alimenta superficialmente las tontas extravagancias del espiritualismo, el vulgar sinsentido de la “Ciencia Cristiana”, y sólo el cielo sabe cuantas fantasías adicionales. Pero estas tonterías no están alimentadas por un hambre de religión sino por la misma raíz que ha convertido al mundo en materialista: por la incapacidad de comprender la verdad primordial de que la fe está en la base de todo conocimiento; por pensar que la verdad no se puede apreciar sino por experiencia directa...

  Podemos dejar por sentado, pues, que el nuevo avance contra la Iglesia – en lo que quizás resulte ser el avance final contra ella siendo que constituye el único enemigo moderno relevante – es fundamentalmente materialista. Lo es en la lectura que hace de la Historia y, por sobre todo, en sus propuestas de reforma social.

  ...(el Ataque Moderno) Es materialista y ateo; y siendo ateo, necesariamente es indiferente ante la verdad. Porque Dios es Verdad. Pero existe cierta indisoluble Trinidad constituida por la Verdad, la Belleza y la Bondad. No se puede negar o atacar a una de ellas sin, simultáneamente, negar o atacar a las otras dos. En consecuencia, con el avance de este nuevo y tremendo enemigo de la Fe y de toda la civilización que la Fe produce, lo que se viene no es tan sólo un desprecio por la belleza sino un odio hacia ella; e inmediatamente después, pisándole los talones, aparece el desprecio y el odio a la virtud.

  Los tontos menos malos, los menos viciosos conversos que ha hecho el enemigo, hablan vagamente de “reajustes”, de “un nuevo mundo” y de un “nuevo orden”; pero no comienzan diciéndonos – como por razones elementales deberían hacerlo – sobre qué principios habrá de levantarse este nuevo orden. No definen el fin que tienen en vista.
El comunismo (que es tan sólo una de las manifestaciones, y probablemente sólo una manifestación pasajera, de este Ataque Moderno) proclama que está dirigido hacia cierto bien; vale decir: hacia la abolición de la pobreza. Pero no nos dice por qué esto habría de ser bueno; no admite que su esquema incluye también la destrucción de otras cosas que son buenas según el consenso común de la humanidad: la familia, la propiedad (que garantiza la libertad y la dignidad individuales), al humor, a la misericordia y a todas las formas que consideramos como propias de una vida recta.

  Al fenómeno en si lo conocemos aceptablemente bien. Y no es la revuelta de los oprimidos; no es el alzamiento del proletariado contra la injusticia y la crueldad capitalista. Es algo que viene de afuera; como un espíritu maligno que se aprovecha de la desesperación de las personas y de su enfado por condiciones injustas...

  Comenzó con la negación de una autoridad central y terminó diciéndole al hombre que es autosuficiente instaurando por todas partes grandes ídolos para que fuesen adorados como dioses.


  No es tan sólo por el lado comunista que esto aparece; lo hace también en las organizaciones que se oponen al comunismo; en las razas y naciones en dónde la fuerza bruta está colocada en el lugar de Dios. Aquí también se instauran ídolos a los cuales se les ofrecen espantosos sacrificios humanos. También en estos lugares se niega la justicia y el correcto orden de las cosas.

 .…(El ataque moderno) Considera al hombre como un ser autosuficiente, a la oración como una autosugestión y – esto es fundamental – a Dios como nada más que un producto de la imaginación; como la propia imagen del ser humano arrojada al universo; como un fantasma y no como una realidad.

  Éste es el enemigo moderno; éste es ese diluvio en progreso; ésta es la mayor lucha, y puede ser la final, entre la Iglesia y el mundo. Debemos juzgar a este enemigo por sus frutos y los mismos, si bien aún no están maduros, ya se han hecho reconocibles.

The Great Heresies - 1938 -Joseph Hilaire Pierre René Belloc

Nacionalismo Católico San Juan Bautista

sábado, 22 de junio de 2013

Aborto y el exorcismo fallido de Francisco - Por Augusto TorchSon

Pecado de omisión - Por Alberto Villasana

  El domingo de Pascua, en Plaza San Pedro, el Papa Francisco llevó a cabo un exorcismo, a un mexicano originario de Michoacán. Este joven, de nombre Ángel, de 43 años, casado y con hijos, lleva varios años poseído y obsesionado por demonios que lo atormentan continuamente.

  En vano ha intentado obtener la liberación de varios sacerdotes, pero sin lograrlo. Desesperado, viajó a Roma para ver si el Papa podía hacerle el milagro. Lo acompañó el Padre Juan Rivas, L.C.

  Estando en San Pedro, Ángel se sintió desvanecer, por lo cual lo sentaron en una silla de ruedas. El P. Juan pensó que era la ocasión ideal para llevarlo a la sección de enfermos y acercarlo al Papa.

  Cuando el Papa pasó frente a ellos, el P. Juan se acercó y le dijo al Papa que Ángel era un atormentado y que nadie lo había podido liberar. Entonces el Papa intentó hacerlo. No lo logró, en parte porque fue algo improvisado, mientras que hay requisitos previos para poder hacerlo. Ángel cuenta que él vio que los demonios "se hacían chiquitos", pero siguieron allí.

  El hecho es que a los dos días, el P. Juan hizo otro intento, llevándolo con el P. Gabriele Amorth, quien es el exorcista número uno en la Iglesia, autor de varios libros sobre exorcismo.

  Ángel perdió el conocimiento durante el ritual y los demonios que trae dentro comenzaron a hablar en latín y en italiano con el Padre Amorth. Por esa conversación, el Padre Amorth logró saber lo que él mismo declaró a la prensa, a saber, que esa persona está poseída por cuatro demonios, y que esa posesión es una consecuencia y un signo.
Consecuencia, de que los obispos mexicanos no hicieron nada cuando se aprobó el aborto en la Ciudad de México. Y signo, de la liberación por la que México pasará una vez que se hayan liberado las diócesis del mal que vino a raíz de la omisión de los obispos cuando se aprobó el aborto,  y cuyo efecto directo son los homicidios en México. Por cada aborto habría un asesinato de parte del crimen organizado, que entre otras cosas hacen sacrificios rituales y misas negras a la "santa muerte" para obtener la protección del demonio en el negocio del narcotráfico.

  La liberación de México, señaló el P. Amorth, se obtendrá una vez que los obispos se arrepientan de su grave omisión, y una vez que se haga una gran cruzada en que los mexicanos consagren el sufrimiento que están padeciendo mediante su ofrenda personal. Una mención particular se hizo de la Basílica de Guadalupe, señalando que la Santísima Virgen está muy ofendida de que en la Ciudad donde está su presencia, se estén cometiendo miles de abortos. Después de que los obispos hagan ceremonias de reparación y México sea liberado, entonces se podrá derogar la ley del aborto en la Ciudad de México, origen de todos esos males que sufre la nación.

  El P. Juan Rivas comentó a diversos medios que es urgente comenzar con una cruzada de reparación y de liberación en todas las diócesis del país, porque ningún esfuerzo del ejército o de la policía federal va a lograr acabar con el flagelo de la violencia hasta que no se vaya a la raíz que ocasionó ese mal. Mientras que los obispos no se arrepientan por su pecado de omisión, insiste, y los mexicanos ofrezcan humildemente su reparación y sufrimiento, el aborto y la violencia del crimen organizado seguirán creciendo.

Visto en: ultimostiempos.org

  Nota de NCSJB: Antes de publicar este artículo comprobamos a través del portal Vatican Insider (aquí) la versión sobre las supuestas causas de la posesión. Al respecto podemos señalar que, la Santísima Virgen está dolida por la débil respuesta de los obispos en Mexico, aún cuando algunos de ellos advirtieron a los legisladores sobre la autoexcomunión en la que incurrirían si aprobaban estas leyes (aquí).

  Entonces que podríamos decir de lugares como en Argentina, donde la Corte Suprema de Justicia aprobó un fallo judicial que permite el aborto en el (supuesto) caso de violación, con una simple denuncia de la madre, y sin necesidad de comprobar el hecho (violación); ante lo cual los obispos señalaron la gravedad, más nunca hablaron de excomunión. Y en el  caso español donde los obispos han eximido al rey Juan Carlos de la obligación de oponerse a la nueva ley del aborto por su condición de católico, según lo informan todos los medios españoles (ver aquí y aquí), donde se pueden ver incluso videos de Mons. Martinez Camino (portavoz del episcopado), exculpando al herético y masón Rey Borbón. 
  
  Cabe recordar que el Rey tenía la facultad de vetar la ley y no lo hizo. El Padre Pedro Nuñez de EWTN dijo al respecto que no le gustaría estar en el lugar del Rey en la hora del juicio final.

  Recordemos lo que dice el Catecismo en este punto en el 2272: La cooperación formal a un aborto constituye una falta grave. La Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión este delito contra la vida humana. "Quien procura el aborto, si éste se  produce, incurre en excomunión latae sententiae", es decir, "de modo que incurre ipso facto en ella quien comete el delito". Y por su parte el Código de Derecho Canónico prescribe en el Canon 1398 que “la realización de un aborto o la ayuda prestada para realizarlo, constituye una de las 7 ofensas explícitamente castigadas con la excomunión según el Derecho Canónico; conlleva un castigo automático de excomunión (Latae Sententiae), y no necesita ninguna declaración oficial de la Iglesia para llevarlo a cabo” y el Cánon 1329 completa:”La excomunión afecta a todos aquellos que cometen este crimen conociendo el castigo que conlleva y por lo tanto, incluye a los cómplices sin cuya ayuda no habría podido ser cometido el crimen”.

  Sin lugar a dudas uno de los más patentes signos de los tiempos es el aborto, genocidio promovido como sacrificio ritual, ya que aunque parezca ciencia ficción, los miembros de la ONU y sus organismos tentáculos, son masones y judíos cabalistas, y esto es adoradores de Satanás. 

  Y en nuestro caso como católicos, el respeto humano que nos hace contribuir con el silencio o pusilanimidad en la defensa por no molestar a los gobernantes, implica complicidad con estas conductas asesinas del poder mundial, y respecto a estas actitudes Nuestro Señor nos dice en el Apocalípsis: “(15) Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! (16) Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca.”

Augusto TorchSon


Nacionalismo Católico San Juan Bautista


  P.D.: Es necesario aclarar que hay  valientes obispos que se oponen firmemente al accionar perverso de la gobernanza global, aunque tenemos que decir que no son muchos y están constantemente siendo acosados y silenciados.



viernes, 21 de junio de 2013

PADRE NUESTRO - Giovanni Papini: "Historia de Cristo"

  Jesús en la Montaña enseñó por primera vez el Padre Nuestro. Es la única fórmula de oración que ha aconsejado Jesús. Una de las oraciones más sencillas del mundo. La más profunda de cuantas se levantan de las casas de los hombres y de Dios. Una oración, sin literatura, sin pretensiones teológicas, sin jactancia y sin servilismo. La más hermosa de todas.

  Pero si el Padre Nuestro es sencillo, no todos lo entienden. La secular repetición, la mecánica repetición de la lengua y de los labios, la repetición milenaria, formal, ritual, desatenta, indiferente, ha hecho de él una sarta de sílabas cuyo sentido primitivo y familiar se ha perdido. Releyéndolo hoy, palabra por palabra, como un texto nuevo, como si lo tuviéramos por primera vez ante la vista, pierde su carácter de vulgaridad ritual y reflorece en su primer significado:

  Padre nuestro: Luego hemos venido de ti y como a hijos nos amas: de ti no recibiremos ningún mal.

  Que estás en los Cielos: En lo que se contrapone a la Tierra, en la esfera opuesta a la Materia, en el Espíritu, por tanto, y en aquella parte mínima y con todo eterna del reino espiritual, que es nuestra alma.

  Santificado sea el tu nombre. No debemos adorarte únicamente con las palabras, sino ser dignos de ti, acercarnos a ti, con amor más fuerte. Porque tú ya no eres el vengador, el Señor de las Batallas, sino el Padre que enseña la bienaventuranza en la paz.

  Venga a nos el tu Reino: El Reino de los Cielos, el Reino del Espíritu y del Amor, el del Evangelio.

  Hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo. Tu ley de Bondad y de Perfección domine en el Espíritu y en la Materia, en todo el universo visible e invisible.

  El pan nuestro de cada día dánosle hoy. Porque la materia de nuestro cuerpo, morada del espíritu, tiene todos los días necesidad de un poco de materia para mantenerse. No te pedimos riquezas, que suelen ser estorbo pernicioso, sino tan sólo aquello poco que nos permita vivir, para hacernos más dignos de la vida prometida. No sólo de pan vive el hombre, pero sin ese pedazo de pan el alma, que vive en el cuerpo, no podría nutrirse de las demás cosas más preciosas que el pan.

  Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Perdónanos, pues nosotros perdonamos a los demás. Tú eres nuestro eterno e infinito acreedor: nunca podremos pagarte. Pero muévate el que a nosotros, por nuestra naturaleza enferma, nos cuesta, más condonar una sola deuda a uno solo de nuestros deudores, que a ti el cancelar todo lo que debemos.

  Y no nos dejes caer en la tentación. Somos débiles, enligados todavía en la carnalidad, en este mundo que, a veces; nos parece tan bello y nos llama a todas las molicies de la infelicidad. Ayúdanos para que nuestra mutación no sea demasiado dificultosa y combatida, y nuestra entrada en el Reino no sufra dilaciones.

  Más líbranos del Mal. Tú que estás en el Cielo, que eres Espíritu y tienes poder sobre el Mal, sobre la Materia irreductible y hostil que por doquier nos rodea y de la que siempre no es fácil desarraigarse; tú, adversario de Satanás; Tú, negación de la Materia, ayúdanos. En esta victoria sobre el Mal — sobre el Mal que siempre vuelve a retoñar, porque no será de veras vencido sino cuando todos le hayamos vencido — está nuestra grandeza; pero esa victoria decisiva será menos lejana si nos socorres con su alianza.


  Con esta petición de ayuda termina el Padre Nuestro. Donde no se advierte la fastidiosa adulación de las plegarias orientales, adornadas de elogios y de hipérboles que parecen inventados por un perro que adora a su amo con su alma canina porque le permite existir y comer. Ni se encuentra la súplica lamentosa, quejumbrosa, del salmista que implora de Dios todos los socorros, y con más frecuencia los temporales que los espirituales, y se queja si la cosecha no ha ido bien, si sus conciudadanos no lo respetan, e invoca plagas y saetas contra los enemigos, a quienes no sabe vencer por sí solo.

  Aquí el único elogio es la palabra Padre. Una alabanza que es una obligación, un testimonio de amor. A este Padre no se le pide otro bien temporal que un poco de pan — dispuestos a ganarlo con el trabajo, porque también el anuncio del Reino es un trabajo necesario —, y sí pide, además, el mismo perdón que concedemos a nuestros enemigos; una válida protección, en fin, para combatir el Mal, enemigo común a todos, opaca muralla que nos impide la entrada en el Reino.
  

  Quien reza el Padre Nuestro no es orgulloso, mas tampoco se rebaja. Habla a su Padre con íntimo y plácido acento de la confidencia, casi de igual a igual. Está seguro de su amor y sabe que el Padre no ha menester de largos discursos para conocer sus deseos. "Vuestro Padre — advierte Jesús — sabe lo que habéis menester, antes que lo pidáis". La más bella de todas las oraciones es también recuerdo cotidiano de lo que nos falta para ser semejantes a Dios.


Nacionalismo Católico San Juan Bautista